Hagamos un ejercicio de reflexión:
Imagina que, al llegar a tu hogar:
Una persona te pide que le entregues el teléfono móvil y el dinero que llevas en el bolsillo y lo mete en una caja fuerte.
Que deseas darte una ducha y ponerte ropa cómoda pero una persona te dice que no puedes porque no es la hora de la ducha.
Que tienes ganas de picar algo entre horas, pero tu cocina está cerrada con un candado…
Piensa ahora del 1 al 10 ¿Cuánto malestar acumularías con esta serie de situaciones en tu día a día?
Estas y otras situaciones son aún cotidianas en el día a día en algunas organizaciones. Algunas de las prácticas que llevamos a cabo, generan malestar en las personas y pérdida del control de sus propias vidas.
Entre otros, éste es el impacto que la vulneración de derechos genera sobre las personas. ¿Somos conscientes en las organizaciones de la frecuencia e intensidad con la que aplicamos medidas de apoyo basadas en prácticas restrictivas? Probablemente no seamos capaces de valorar esta situación ya que hay numerosas prácticas restrictivas que pasan desapercibidas.
Para entender qué es una práctica restrictiva veamos la definición en lectura fácil:
Una práctica restrictiva es cuando reducimos la libertad de decidir, actuar o moverse de otra persona. Lo hacemos de forma deliberada, es decir, de forma voluntaria y después de haberlo pensado.
Una práctica restrictiva también es: Obligar a alguien a hacer algo que no quiere hacer o no dejar que alguien haga algo que quiere hacer.
Las prácticas restrictivas las pueden hacer una o varias personas.
Si analizamos esta definición con detenimiento y pensamos en los apoyos que en el día a día se prestan en la vida de las personas con discapacidad intelectual y/o trastorno del desarrollo, encontraremos una multitud de prácticas que cumplen con los criterios de restricción de distintos tipos: psicológicas, sociales, organizacionales, culturales, físicas, mecánicas y farmacológicas.
Como personas de apoyo está en nuestro deber dar los mejores apoyos, esos apoyos que no vulneren los derechos de las personas.
Deberemos pensar en lo siguiente: ¿Con los recursos de los que disponemos cómo podemos apoyar a las personas a que tengan más control en sus vidas?
¿Cómo estamos llevando este trabajo en VALE?
En VALE, y acompañados por el pilotaje de “Reducción y/o eliminación de prácticas restrictivas” por Plena Inclusión, llevamos 2 años recorriendo este camino.
Desde un equipo en coproducción: Personas con Discapacidad, familias y personas de apoyo, estamos trabajando para conseguir reducir este tipo de prácticas usando una herramienta de dos modos distintos.
- Analizando la vida de las personas y el tipo de restricciones presentes en los apoyos que recibe.
- Analizando servicios completos (en este caso el servicio de vivienda) y extrayendo qué restricciones genera la estructura y organización que actualmente tiene.
Una vez analizados y contando con el resto de las personas de apoyo generaremos planes de reducción y eliminación de estas prácticas implementando estrategias respetuosas basadas en la ética y la no vulneración de derechos de las personas a través de metodologías afines.
Una de las grandes preocupaciones de las organizaciones y en este caso también de VALE es mantener a las personas seguras y dotar a los profesionales de las herramientas necesarias para poder implementar apoyos que disminuyan el uso de prácticas restrictivas. De ahí que los planes propuestos de reducción y eliminación de restricciones estén sostenidos sobre un análisis de riesgos que generen bienestar emocional y física de todas las personas que componen VALE.
Nos quedamos con la siguiente reflexión:
¿Qué tipo de organización y de personas de apoyo queremos ser?
Sin duda alguna desde VALE, perseguimos ser gestores y facilitadores de apoyos respetuosos, éticos y acordes con el cumplimiento de los derechos de las personas