Imagina que estás en la estación de autobuses. Te dispones a coger el autobús para disfrutar de unas esperadas vacaciones. De repente por megafonía avisan que tu autobús sufre un retraso de 4 horas. Después de suspirar, rápidamente piensas en cómo emplear ese tiempo: “Vas a cafetería a tomar un café, compras una revista, la ojeas, haces unas llamadas, mandas unos whats app, revisas tus redes sociales y paseas por la estación…
Ante un tiempo de espera escoges participar en diversas actividades con las que ocupar tu tiempo libre. Para ello necesitamos poder o saber planificar y tener un abanico de oportunidades de participación.
¿Has pensado qué harías ante la misma situación si fueses una persona con discapacidad intelectual y grandes necesidades de apoyo?
Cambiemos la escena. Sustituyamos la estación de autobuses por un servicio de vivienda o un centro de día para personas con Discapacidad intelectual y grandes necesidades de apoyo.
Reflexionemos: ¿en una jornada ordinaria cuánto tiempo real de participación tiene una persona?
Normalmente en los servicios para personas con discapacidad intelectual y grandes necesidades de apoyo surgen en el día a día espacios de tiempo sin ocupación y sin participación. Son los temidos tiempos de espera. Franjas de tiempo en los que las personas que tienen necesidades de apoyo en cuanto a la planificación y que no tienen un abanico de oportunidades de participación solo están presentes, esperando a que alguna persona de apoyo les ofrezca una actividad con la que vincularse. En esta situación las personas son meras espectadoras de su propia vida.
¿A qué exponemos a las personas cuando no tienen participación?
Las personas que en su día a día no tienen participación están expuestas a vidas empobrecidas, tienden a tener conductas que nos preocupan y tienen un factor más de vulnerabilidad que les hace sensibles a desarrollar un posible problema de salud mental.
La participación es un derecho de las personas. Participar en actividades del día a día y/o basadas en sus gustos e intereses ayuda a que las personas estén activas, establezcan relaciones o generen nuevos roles en su día a día. Aspectos que para todos nosotros son importantes como ciudadanos de pleno derecho.
Pero… ¿Y qué es eso del Apoyo Activo?
Es una metodología pensada para aumentar la participación en el día a día de las personas con discapacidad intelectual a través de actividades significativas. Dándoles cada vez más control sobre su vida y generando en ellos nuevos roles
¿Cómo lo llevamos a cabo?
Para conseguir este objetivo se establece un acompañamiento a las personas que rodean a la persona con discapacidad intelectual. Se les dota de nuevas estrategias de apoyo mediante un liderazgo en la práctica.
Para generar el mejor acompañamiento, no basta con una formación teórica. Se necesitará practicar con los equipos en role playing y apoyarles en situaciones en vivo, es decir, en el contexto, con las personas y con las actividades significativas en concreto. De ahí que uno de los lemas de apoyo activo sea: “APRENDER HACIENDO”.
A través de los cambios obtenidos en el proceso se logra una trasformación del servicio, pasando de entornos no saludables a entornos basados en la prevención y en la participación. Entornos en los que las personas con el apoyo que necesiten lleven las riendas de sus propias vidas.
¿Por qué es importante para VALE?
Para VALE son importantes las personas. Por eso no dudamos en continuar con el proceso de trasformación de servicios. Colocando a las personas en el centro, en cada una de las decisiones que tomamos con ellas. Trasformando VIDAS PLANAS EN VIDAS PLENAS.
Para VALE son importantes también las familias y las personas de apoyo. Y pensamos que con el feedback como herramienta que nos ofrece el Apoyo Activo, reforzaremos su buen hacer. Haremos visibles las buenas prácticas que llevan a cabo en el día a día y las buenas prácticas que aún están por venir.
Por ello en el plan de formación de VALE, se ha establecido el acompañamiento a grupos motores de profesionales, que ayudarán a continuar implementando el Apoyo Activo. A través de los grupos motores se dotará a las personas de apoyo de las mejores estrategias para generar cambios en los servicios empoderando a las personas con discapacidad intelectual y/o trastornos de desarrollo.
Una máxima que desde Apoyo Activo se tiene en cuenta y los profesionales de VALE tienen muy presente, es que el mejor modo de generar participación en las personas es a través de relaciones de calidad entre la persona apoyada y la persona que apoya.
Por eso cuando prestamos apoyos ponemos especial cuidado no solo en lo que hacemos sino también en cómo lo hacemos. Solo así se conseguirá dar apoyos dignos para generar vidas dignas.